Blog de Arinda

OBJETIVO :En este Blog vas a encontrar mis producciones en pintura y escultura. Además, material recopilado a través de mi trabajo como maestra, directora e inspectora, que puede ser de interés para docentes y estudiantes magisteriales .

miércoles, 1 de noviembre de 2023

EL 1 DE NOVIEMBRE DE 1923 NACIÓ CARLOS PÁEZ VILARÓ

EL HACEDOR DE LA ETERNA BÚSQUEDA



"Mi vida ha sido siempre un intento. Intenté la pintura sin maestros, intenté la cerámica sin ser alfarero, intenté la arquitectura sin ser arquitecto, intenté la música y la cinematografía sin saber filmar. De golpe, en África me vi con una cámara en la mano tratando de capturar imágenes de sus revoluciones. He sido una aspiradora"

Carlos Páez Vilaró nació en Montevideo, Uruguay, el 1 de noviembre de 1923.
Fue un pintor, ceramista, escultor, muralista, director, escritor, compositor y constructor uruguayo.

Su padre fue Miguel Páez Formoso y su madre Rosa Vilaró Braga.

Su padre fue un eminente abogado americanista, autor de varios libros de historia americana, fundador del Partido Agrario, redactor de la Constitución de la República de1917, catedrático de economía política y derecho en la Facultad de Derecho y catedrático de Ética, Historia, Filosofía en la Universidad de la República.
 
Carlos fue el menor de los hijos, sus hermanos mayores fueron Miguel y Jorge.
Los niños crecieron en el seno de una familia acomodada en contacto permanente con las actividades desarrolladas por sus padres entre libros, arte, arquitectura, decoración o las creaciones más diversas.

En el año 1929 su padre fundó el Partido Agrario, que en las elecciones obtuvo 50 votos y que provocó la ruina económica de la familia. 
Debido a este hecho se mudaron a Malvín o al Buceo, que en aquel momento era extramuros. De la abundancia pasaron a vivir  de modo austero, pero sin perder el nivel intelectual y distinguido.

La economía escasa de la familia hizo que a partir de ese momento, Miguel, que era el mayor, empezara a trabajar.

Jorge y Carlos para llevar dinero a la casa hacían tiras de historietas y las vendían en el barrio.
 
Jorge y Carlos empezaron sus clases de primaria en la Escuela Brasil, en avenida Brasil y 26 de Marzo. Fueron a la escuela pública. Ambos se destacaban en la escritura, realizando excelentes trabajos.

El hijo  menor del matrimonio Páez Vilaró nunca tuvo profesión, obtuvo un único diploma de “Mecanografía” en la Academia Pitman de la capital montevideana.

En el año 1941 con apenas 18 años viajó a Buenos Aires para trabajar en la Fabril Financiera y en una fábrica de fósforos.

En una entrevista realizada por La Nación de Bs As. dijo :"Mi primer intento de trabajo fue en la Argentina, en la Fabril Financiera, de Barracas, y en una fábrica de fósforos en Avellaneda. Yo era un muchacho lleno de ganas de viajar y de vivir, de sostener a mi familia, y como buen valiente me tiré a cruzar el río. Porque para los uruguayos el río es una tentación: queremos saber si lo que dice Gardel en sus tangos es verdad. Así que crucé a Buenos Aires, en una noche llena de tristeza por haber dejado a mis padres. En Avellaneda toqué el timbre de una fábrica. Y la puerta se abrió mágicamente. A los uruguayos nos quieren mucho. Tuve mi primer empleo, ganando 30 centavos la hora. Después partí a Córdoba, recorrí la provincia vendiendo velas con mi valijita. Y luego, en la Fabril Financiera, se me abrió el universo del arte. En esa imprenta conocí a grandes dibujantes: Lino Palacio, Dante Quinterno, Divito... Yo los admiraba. Quería ser como ellos".. 

En Buenos Aires comenzó sus primeras incursiones en el arte. Inspirado por el tango, los bares y cabarets, donde concurría y allí dibujaba en la noche, sentado en una mesa. Estos temas marcaron la iniciación de su carrera de artista y nunca dejaron de aparecer en los distintos períodos de su prolífica obra.

"Recuerdo aquél escenario, aquella ciudad que me cargó de vida: veo mujeres de ojos almendrados, veo cafetines en el bajo, veo letreros anunciando los nombres de esos cafetines —El Avión, El Cometa, La Fragata...— y veo jóvenes, como yo entonces, trajeados según la moda de Divito, impecables y seductores. Época de tangos en Goyescas, de muchachas vestidas a la moda de Hollywood, de maniquíes vivos paseando modelos por la calle... De estos maniquíes nació la idea del cuadro con un hombre dentro. De estas raíces se nutrió mi pintura."...
 
"Por el tango. Yo me inicié dibujando el tango: escenas de cabaret, las bailarinas, los músicos. Y también el entorno de las fábricas de Avellaneda, los trabajadores de la zona con los que yo compartí parte de mi juventud. Los obreros, recuerdo, me esperaban a la salida de la fábrica. Yo me apostaba en la esquina con un lápiz y un block con un cartel al lado que decía: "Juguemos a la chance. Haga una raya que yo resuelvo el dibujo y se lo doy pintado. Si no lo logro, pierdo y le doy cinco pesos. Si gano, usted me da diez centavos".
Claro, trataba de ganar siempre yo y ellos aceptaban el juego para ayudarme porque sabían que venía del Uruguay sin un peso. Mis dibujos entonces eran paisajes, caras, compadritos de aquella época. Uno de los amigos que me ayudaron fue después gran fotógrafo, se llama Alfieri.."
  
A los 20 años regresó a Montevideo y así lo cuenta:

"Hubo un hecho que desencadenó cambios y entre ellos mi retorno al Uruguay: me enfermé de aftosa y mi hermano Miguel, importante hombre de negocios y una especie de padre, decidió que volviera. Hasta allí, aparte de esas experiencias de vida en las fábricas, había tenido también por último otras relacionadas con la publicidad. Trabajé algún tiempo para Pueyrredón Propaganda y aprendí a espiar a quienes podían enseñarme. Allí conocí a Tito Scopessi. A mi regreso a Montevideo, mi hermano insistió para que me dedicara a la publicidad y con él llegamos a fundar una compañía como la vieja Emelco de Argentina, con la que producimos el primer noticiero uruguayo. De todos modos el cambio me conmovió: volvía de una ciudad personal, mundana, llena de matices, y debía someterme a otra realidad, una Montevideo quieta, sin folklore, con su rutina de paseos alrededor de las plazas. Me encontré sin tema para pintar, no veía fábricas, ni calles como la recova de Alem, ni tango como en Buenos Aires."

Su tenacidad, su curiosidad y su búsqueda lo pone en contacto con el mundo afro-uruguayo, y así lo recuerda:
 
"Encontré el tema por necesidad, por carencia. Un día me enteré que había en Montevideo un barrio, Palermo, con un acento propio, particular como lo tiene La Boca en Buenos Aires. Fui hasta allí entusiasmado y cuando lo vi me enfrenté con un escenario increíble: el basural, los carros que recolectaban la basura, los corralones, las tuberías de gas, casas humildes como construidas de cartón, hombres hechos a la dureza del trabajo. Entonces me puse extasiado a seguir el trayecto de las vías del tranvía, la estela desprolija que dejaban los restos de basura que se escapaba de los carros. Empecé a hacerme amigo de los hombres, a viajar en los pescantes, a atisbar desde allí arriba a ese barrio que difundía un hálito vital. Allí escuché por primera vez los tambores de los negros. Sonaban entre las calles, a lo lejos, como un mensaje fascinante. Seguí el tam tam acompasado y me topé con una comparsa pobre, una comparsa cuyos integrantes iban vestidos como podían. Sin embargo había en ellos una maestría peculiar, traían al viejo "yuyero" que vaticinaba el mal tiempo y anunciaba buenos amores; traían a la "mama vieja", una morena casi centenaria moviéndose como una muchacha; y también al famoso "escobero", trazando malabares en el aire con su escoba como si se tratase de un magnífico bastonero militar. Aquellos tambores eran magníficos: estaban hechos por el más hábil artesano que conocí: Quico. El coheterío, las carlitas voladoras, la voz de Carlos Gardel surgiendo de los fonógrafos de los bares, todo me parecía fascinante y revelador. Allí descubrí mi pasión por la pintura y el arte."

Impactado por las comparsas de los barrios Sur y Palermo, y por el conventillo Mediomundo donde se estableció, se vinculó a la comunidad afro-uruguaya y comenzó a colaborar en la preparación del desfile de llamadas, interiorizándose en el folclore afrodescendiente. A partir de este acercamiento realizó varias obras pictóricas mostrando distintos aspectos de la cultura y de la vida cotidiana del afrouruguayo: llamadas, bailes, religiosidad, casamientos, nacimientos, velorios, etc.

"Yo llevaba conmigo el block con todos mis dibujos: había ido dibujando escoberos, mamas viejas, carros... y una vez dentro del conventillo, atónito y deslumbrado por aquel patio de ropa colgada, de chicos bailando descalzos, de jaulas con pájaros, sentí que tenía que inventar una excusa para volver. Entonces le pedí al que ahora es mi hermano —Juan Ángel Silva— que me dejara guardar los dibujos en la misma pieza donde guardaban los tambores.
Desde ese momento nace mi historia de pintor. Y mi historia de ejecutante de tambor. Yo todos los años, para Navidad, participo de un rito de los morenos: salgo con ellos a la calle a tocar y a juntar dinero para el conjunto La Morenada. Soy uno más y me enorgullezco..."


"Pasó algún tiempo en que yo me integraba a ese nuevo mundo de gente, con sus costumbres, su folklore, su escenario. Mi primer dibujo lo compró un americano en cinco dólares y con eso compramos una pelota de fútbol para el equipo "Yacumenza", integrado por morenos. Alguien, en Buenos Aires, llegó a enterarse de mis trabajos y vino hasta el conventillo a observarlos con desconfianza. Subió hasta mi pieza, los vio y me invitó a exponerlos en Wildestein. Era como jugar en primera y tenía mucho miedo. Al final, vendí todos los cuadros dos veces. Sí, dos veces, porque no alcanzaron y me fui con varios encargos. Después, todo fue diferente: fui invitado por galerías, trabajé duramente, aprendí mucho..."

A partir de entonces, la cultura afro se convirtió en una ruta de vida. 
El inquieto artista sintió la necesidad de viajar y lo hizo por todos los países de América Latina con importante presencia de negros, Brasil, Haití, República Dominicana, Ecuador e, inevitablemente, terminó en África, donde recorrió 17 naciones. 





Allí conoció a Albert Schweitzer, el Premio Nobel de la Paz que cuidó a centenares de leprosos en Lambaréné (Gabón), donde el uruguayo se quedó un tiempo. "Fue la primera vez que le di la mano a un santo", comentaba 



En la década del 50 viajó a Europa y conoció a Picasso, Dalí, De Chirico y Calder en sus propios talleres. El contacto con la pintura, los museos y los artistas, le dieron el impulso que necesitaba para un regreso a su país con entusiasmo. Entre ellos, Pablo Picasso lo deslumbró al invitarlo a su residencia-taller de “Villa California” en los Alpes Marítimos. El tiempo y la atención que le brindó, iban a quedar grabados para siempre en su memoria, como uno de los episodios más remarcables y emocionantes de su vida, provocando además su inicio en el mundo de la cerámica.



Trabajando la cerámica




En la década del 50, la actividad de la cerámica en Uruguay era muy escasa, sólo unos pocos artistas la trabajaban, dándole más importancia a la funcionalidad como objeto, que a su presencia como hecho artístico.

En Montevideo, se exhibió una serie de cerámicas de Pablo Picasso que provocó un auge en la producción artística.

Este acontecimiento impactó a Carlos Páez Vilaró de tal forma, que desde ese instante, alternó su vida de pintor, con los trabajos de cerámica, dejando una profusa obra de platos y cacharros.


En el año 1952 junto a su amigo Ariel Rodríguez fundó la Escuela de Artesanos Ceramistas en La Paz (Canelones, Uruguay). Luego  el Taller de Artesanos de Montevideo.
   
En el año 1954 fallece el padre de Carlos Párez Vilaró.

 
Madelón Rodríguez Gómez y su hijo Carlos Páez Rodríguez

En 1955 se casó con Madelón Rodríguez Gómez. 
Tuvo tres hijos: Carlos Miguel, Mercedes “Beba” y Agó.

Carlos Páez Vilaró heredó de su padre la pasión por construir.
Su primer trabajo de construcción fue para lograr su primer casa-taller en Carrasco, Uruguay. 
De un catálogo tomó un modelo prefabricado de madera y lo reformó logrando su objetivo y fortaleciendo su confianza.
De inmediato lo aprendido le sirvió para reciclar en la década del 50, una vieja torre de agua ubicada en Punta del Este donde hoy está el Hotel Conrad. 
Se trataba de un vetusto molino, que albergó su taller varios años. 
Como era un bien municipal, un día lo obligaron a compartirlo con una radio y eso aceleró sus deseos de buscar un lugar frente al mar, donde pudiera realizar su obra lejos del ruido y con total independencia.

 Recorriendo Punta Ballena a los 35 años
"La bajada permitió que desandara el camino con rapidez y sin tropiezos. Mi alegría era indescriptible, y la caminata la hice hablando a los gritos conmigo mismo. Había descubierto el sitio ideal para mi taller definitivo, pero debía cuidarme de no comentarlo con nadie para evitar inconvenientes."

Inicio La Pionera

La construcción duraría 35 años

Casapueblo en la actualidad

Al descubrir el paisaje deslumbrante de Punta Ballena, se dio cuenta que allí levantaría su taller definitivo.

En el año 1958  la desolación del paisaje, sin árboles ni caminos trazados, sin luz y sin agua, no frenaron su proyecto. La construcción inicial fue una casilla de lata, donde almacenaba puertas, ventanas y materiales para su futura casa. Luego, con la ayuda de amigos, levantó "La Pionera", su primer atelier sobre los acantilados rocosos. Era de madera, que el mar traía los días de tormenta y que él mismo se encargaba de recoger con la ayuda de los pescadores. 
En 1960 empezó a cubrirla con cemento y así siguió creciendo, sumando habitaciones como vagones a una locomotora. Dejando resbalar su imaginación al ritmo de los movimientos de las diferentes capas de nivel de la montaña, logró una perfecta integración de la construcción con el paisaje, sin afectar su naturaleza. Sin darse cuenta, con su cuchara de albañil llegó hasta el mar.
En todo momento se mantuvo en guerra abierta contra la línea y los ángulos rectos, tratando de humanizar su arquitectura, haciéndola más suave, con concepto de horno de pan.
Modeló las paredes con sus propias manos. Valiéndose de guantes que creó con restos de cubiertas, logró que la casa impresionara por el vigor de la textura de su cáscara.
Espontáneamente, Casapueblo sigue estirándose hacia el cielo y el mar. Sólo el vuelo de los pájaros podrían medir su dimensión.

Su construcción le llevaría  36 años de trabajo.
Páez Vilaró decía al respecto: "Pido perdón a la arquitectura por mi libertad de hornero."

 


En ese mismo año de 1960 Carlos Páez Vilaró pintó  el mural titulado “Raíces de la paz”, que adorna la pared del túnel que conecta dos de los edificios de la OEA en la capital estadounidense, el Edificio Principal con el Edificio Administrativo. La obra, de unos 180 metros de longitud, representa diversos temas relativos a la paz y el desarrollo en las Américas, y para realizarla, Páez Vilaró contó con la ayuda de 53 artistas voluntarios. 
El mural fue restaurado en 1975 por Paéz Vilaró, y casi 30 años más tarde, en 2004, volvió a ser restaurado por el artista español Roberto Arce a quien le llevó un año realizar la labor de recobrar las líneas y colores de la obra. Paéz Vilaró asistió a la inauguración.

En el año 1961 se separó de su primera esposa Madelón.
 
En el año 1965, escandalizó a espectadores ortodoxos con un trabajo integrado —luz, movimiento, cine, colores, música, escultura— que obtuvo el premio a la investigación en la VIII Bienal de San Pablo. 

Páez Vilaró contaba: “Metí un hombre dentro del cuadro. Recuerdo que cuando subí al avión militar que nos trasladaba a San Pablo, las autoridades, al ver a otro pasajero que no estaba registrado me preguntaron quién era. Y exigieron documentos. "No lleva —dije— él forma parte del cuadro, pónganlo con la carga"...


En 1967 cerró el Festival de Cine de Cannes con un filme documental titulado “Batouk”. 
Participó integrando la expedición francesas “Dahlia” que se adentró en África. 
Se involucró como coguionista del documental, dirigido por Jean-Jacques Manigot, largometraje de 35 mm en color de 65 minutos de duración. 
Los coguionistas fueron Aimé Césaire y Leopold Sedar Senghor que aportaron poemas.

A partir del año 1970, vivió alternadamente en Estados Unidos, Brasil y Uruguay.


Carlos Páez y su hijo Carlitos

En el año 1972  uno de sus hijos, Carlos Miguel, fue uno de los rugbiers uruguayos que tuvo un accidente de avión en la cordillera de los Andes, cuando el avión que los trasladaba a Chile se estrelló en plena montaña. El artista viajó a Chile y encabezó una emotiva operación de rescate hasta finalmente encontrarlo vivo. Páez Vilaró relató esta situación en su libro Entre mi hijo y yo, la Luna.

En retribución a la solidaridad recibida por el pueblo chileno, pintó un mural en el hospital de Santiago, sumando así una obra más a su campaña del color para el dolor, que lo llevó a lo largo de su vida a poner alegría en los hospitales a través de sus pinturas.
 

Guarujá

En el año 1973  fundó el Centro de Cerámica de San Pablo, Brasil.

De esa época recuerda: “Cierta vez decidí instalarme en San Pablo: paradójicamente en esa ciudad de tránsito afiebrado y de vértigo, estaba desmintiendo mi estilo de vida, mi filosofía de libertad. Era como un contraste doloroso o inquietante montar mi mesa de trabajo en esa ciudad de rascacielos. Sin embargo encontré la otra cara de San Pablo: Guarujá. Allí había tiempo para hacerse tiempo; los árboles tenían nombre; sus noches eran silenciosas y los pescadores me acercaban su diálogo. Me quedé un tiempo y expuse en el Hotel Delphin. En sus mesas aprendí a conocer a muchos, artistas que se encontraban allí como en un café de Saint Germain de Prés..”


En los años setenta, luego del divorcio, se casa con Verónica Algorta, ese matrimonio duró pocos años desde 1973 a 1978.



En el año 1982 publica Entre mi hijo y yo, la luna -La odisea de un padre en la tragedia de los Andes-

 
 Casa proveniente de Irlanda erigida en el año 1889

Bengala

 
Bengala

 En el año 1984 Páez Vilaró compró un terreno  en El Tigre, Buenos Aires. 
En el terreno había una construcción original, con una estética bien del Tigre.  Esta construcción tiene entre 140 y 150 años de edad y fue instalada en el lugar en 1889, proveniente de Irlanda por lo cual decidió no tocar nada, y construir una segunda casa.
Absolutamente impresionado por aquella vivienda en abandono y por su maravilloso entorno selvático, no dudó en encarar el desafío y reconstruirla.
Paralelamente al reciclaje de la antigua casona y a pocos metros de ella, el artista comenzó la construcción de "Bengala", su residencia-atelier de Argentina.
Al hacerlo, siguió el estilo de Casapueblo de Uruguay, es decir empleando su "arqui-textura", modelada con concepto de horno de pan.
 

Carlos Páez Vilaró, Annette Deussen

En el año 1989, a los 65 años, contrajo matrimonio con Annette Deussen, madre de sus otros tres hijos: Sebastián, Florencio y Alejandro y con quien vivió hasta su muerte.


En el año 1997 se instaló definitivamente en Punta Ballena (Maldonado).


Piscina del Conrad Resort &Casino de Punta del Este


Mural interior en el Conrad Resort &Casino de Punta del Este


Ese año, en el Conrad Resort &Casino de Punta del Este, dejó sus colores en el fondo de la monumental piscina y en un mural interior que describe la historia de Maldonado. 



En el año 2000 se editó un disco compacto “Afrikandombe N° 1”. Es una selección de antiguos candombes creados por Carlos Páez Vilaró, interpretados junto a Mauricio Trobo y un conjunto de vecinos de Maldonado.


 










También en el año 2000 produjo en Marruecos una bella serie de cerámicas. Aquí Carlos Páez Vilaró se dio el gusto de amalgamar su pasión de ceramista con el amor que siempre sintió por Africa. Engarzó sus dibujos y grafismos en las arcillas de un continente que tatuó su vida de artista. De esta forma, sus dibujos nacidos bajo el sol de Punta Ballena, pasaron a dorarse con el sol quemante de Marruecos. Una mezcla de los azules del cielo de Uruguay, con los turquesas, amarillos y rosados que se definen en el crepúsculo del desierto del Sahara.






En el año 2009 realiza una serie de soles de gran belleza
 


En el año 2012  la compañía Salus festejó sus 120 años con una edición limitada de botellas que incluyeron en su etiqueta la obra realizada en exclusiva para la marca por el pintor Carlos Páez Vilaró, con motivo del aniversario.


También ese año publica su autobiografía Posdata. 


En el año 2013 pinta un mural en  el Mercado Agrícola de Montevideo con motivo de la reinauguración. Restaurado al cumplir cien años,  dejó de ser un mercado minorista de frutas y verduras para transformarse en testimonio de la historia del barrio Goes y de la cultura montevideana.


Carlos y sus hijos Alejandro, Sebastián y Florencio

 Carlos Páez Vilaró en el momento de expresar su mensaje, rodeado de Agó y Beba, sus hijas, y Anette, su esposa. ( al cumplir 90 años)
 

"La vida no es otra cosa que una excusa para encontrar la manera de vivirla. Por eso, al llegar a mis ochenta y ocho años recargo las pilas y avanzo hacia el misterio."

Carlos Páez Vilaró falleció, a los noventa  años, el 24 de febrero de 2014 en Punta Ballena, departamento de Maldonado.

 

Sus restos fueron velados en el Salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo; concurriendo personalidades de las dos orillas del Río de la Plata.




 Fue enterrado en el Cementerio Norte, en el panteón dispuesto por la Asociación General de Autores del Uruguay (AGADU).
  
HOMENAJES
EL SOL DE ATLÁNTIDA DE PÁEZ VILARÓ
El 16 de diciembre, en la Rambla de Atlántida, que alguna vez fue soñada por Carlos Páez Vilaró como la "Costanera del sol" se inauguró un espacio dedicado al artista, que incluye la instalación de la obra, en hierro, diseñada por su hija, Agó Páez en base a los trabajos del padre.
Así decía Páez Vilaró y Atlántida puede unir su voz a la de él:
”Gracias Sol
Ahora serás la luz de los peces y su secreto universo submarino. Gracias sol por regalarnos esta ceremonia amarilla. ..


 Paseo de la Fama de la Ciudad Vieja de Montevideo- Homenaje a Carlos Páez Vilaró

Llamado "Espacio de los Soles", este paseo se encuentra frente a la Puerta de la Ciudadela, en la calle peatonal Sarandí, de Montevideo. En él hay placas con la figura del sol de la bandera uruguaya y el nombre de diversas figuras destacadas.




SELLOS POSTALES Y MATASELLOS



MURAL COPIA DE UN TRABAJO DE PÁEZ VILARÓ EN LA FUNDACIÓN DON PEDRO
Esta Fundación, que abrió en 2013, es una institución educativa sin fines de lucro, fundada por la Familia Deambrosi Irigoyen. Cuyo objetivo es educar a través del deporte
Ubicada en Camino Oncativo 2960 esq. Monzoni - Cruz de Carrasco
En la confección del mural participaron más de 100 niños y varios profesores, la técnica utilizada fue collage y pintura sobre un mural de 3.50 mts. x 1.20 mts.
El mural desde hoy adornará la entrada de nuestra fundación, así todos aquellos que nos visiten podrán disfrutar de la obra.

FUENTES
http://www.magicasruinas.com.ar/

http://www.uruguayeduca.edu.uy

http://www.lanacion.com.ar/

http://carlospaezvilaro.com.uy 

http://www.espectador.com

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